Por Lety Bonnin.- En un panorama político estadounidense cada vez más fracturado y polarizado, un fantasma recorre los pasillos del poder: la idea de un tercer partido.
Y en esta ocasión, el nombre que resuena con más fuerza para liderarlo es el de Elon Musk. El controvertido CEO de Tesla, SpaceX y X (antes Twitter) Musk ha lanzado el anzuelo en público sobre la creación de una alternativa “súper moderada”. Se trataría de una fuerza centrista diseñada, en sus palabras, para dar voz a la mayoría silenciosa de estadounidenses que rechazan los extremos ideológicos.
Pero, ¿es una visión realista o el último capricho de un multimillonario? La respuesta requiere analizar sus motivaciones, los fracasos históricos de los terceros partidos y su choque frontal con las políticas de Washington.
La Rebelión contra el “The One Big Beautiful Bill”
La ruptura de Elon Musk con la política tradicional no se debe a un cambio de bando, sino a un choque de intereses. Durante años, sus metas coincidieron con las de los demócratas, beneficiándose de subsidios para la energía verde. Sin embargo, las nuevas leyes económicas, apodadas por él como “Big Beautiful Bill”, cruzaron una línea roja. Musk denuncia que estas leyes, al premiar a empresas con sindicatos y aumentar la presión fiscal sobre las grandes fortunas, no solo perjudican a Tesla, sino que revelan una red de favoritismo político.
Su oposición no es una conversión al republicanismo, sino la reacción de un pragmático que ve cómo sus antiguos aliados se han convertido en un obstáculo para su modelo de negocio.
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Fantasmas del Pasado: La Maldición Histórica del Tercer Partido
La historia de Estados Unidos está plagada de terceros partidos que surgieron con grandes esperanzas para terminar estrellándose contra el muro del sistema bipartidista. Su legado no es de victoria, sino de disrupción, a menudo con consecuencias no deseadas.
El ejemplo más citado es el del Partido Progresista (“Bull Moose”) de Theodore Roosevelt en 1912. Al no conseguir la nominación republicana, Roosevelt se lanzó como candidato de una tercera vía, dividiendo el voto de la derecha y entregando la presidencia en bandeja de plata al demócrata Woodrow Wilson.
Más recientemente, en 1992, el empresario Ross Perot y su Partido de la Reforma capturaron casi el 19% del voto popular, canalizando el descontento con el déficit y la política tradicional. Aunque no ganó ni un solo voto electoral, muchos analistas sostienen que le restó más votos al presidente en funciones, George H.W. Bush, de los que le quitó a Bill Clinton, facilitando la victoria del demócrata.
Y el caso más doloroso para los demócratas es el de Ralph Nader en el año 2000. Su candidatura por el Partido Verde obtuvo apenas un 2.7% del voto nacional, pero sus 97,488 votos en Florida fueron cruciales. George W. Bush ganó ese estado por solo 537 votos, una diferencia que muchos demócratas atribuyen a Nader, argumentando que sin él, Al Gore habría sido presidente.
“Partido Musk”: ¿Salvador o “Spoiler”?
Si Elon Musk diera el paso, el impacto sería sísmico, pero el resultado final, incierto.
¿A quién perjudicaría más? Esta es la pregunta del millón. Su plataforma (X) le da un megáfono sin precedentes. Su postura “socialmente liberal” (defensor de la libertad de expresión, en general pro-ciencia) podría atraer a demócratas moderados y a independientes desilusionados con la izquierda progresista. Sin embargo, su agenda “fiscalmente conservadora” (bajos impuestos, desregulación, anti-sindicatos) es un imán para los republicanos del establishment que no se sienten cómodos con el ala más populista del partido. Lo más probable es que, como Ross Perot, atrajera a votantes de ambos lados, convirtiéndose en el “spoiler” definitivo.
Plataforma y Electorado: Un partido centrista enfocado en la “lógica y el sentido común”, la innovación tecnológica, la exploración espacial y la eficiencia fiscal podría resonar fuertemente entre los votantes jóvenes, el sector tecnológico y los independientes. Sin embargo, carecería de la infraestructura de base y la maquinaria electoral que los partidos Demócrata y Republicano han construido durante más de un siglo.
En definitiva, la respuesta es sí: una tercera fuerza impulsada por Musk cambiaría drásticamente el equilibrio de poder. Sin embargo, no lo haría ganando la presidencia, un cargo que le es inalcanzable por no haber nacido en Estados Unidos. En cambio, su verdadero poder residiría en su capacidad para actuar como el “spoiler” o árbitro definitivo. Al atraer a votantes descontentos de ambos lados, su presencia en la papeleta podría restar los votos justos en estados clave para decidir si el próximo presidente es demócrata o republicano.
Lo que hace a Musk una figura excepcionalmente influyente son sus dos armas únicas: una fortuna casi ilimitada que le permite financiar una campaña sin ataduras y su propia plataforma de comunicación global (X) para difundir su mensaje sin intermediarios. Por lo tanto, el éxito de su partido no se mediría en escaños obtenidos, sino en el resultado que provoque para los demás. Musk nunca se sentará en el Despacho Oval, pero su movimiento tendría la llave para decidir quién lo hace. Su papel no sería el del rey, sino el del “hacedor de reyes”.