SANTO DOMINGO, República Dominicana, (24 de agosto del 2024).-En las últimas semanas, la República Dominicana ha experimentado importantes movimientos en su escenario político y migratorio que merecen nuestra atención. La reciente designación del Vicealmirante Luis Rafael Lee Ballester como Director General de Migración ha traído consigo una gestión comprometida no solo con la aplicación de las leyes migratorias,
sino con el respeto absoluto a los derechos humanos y la dignidad de los migrantes. Es evidente que bajo su liderazgo, las deportaciones se llevan a cabo conforme a la Constitución, los acuerdos internacionales y las normas que rigen el país. El fenómeno de la haitianización vía el vientre de las parturientas es una realidad que no podemos ignorar. Cada año,
miles de parturientas haitianas cruzan la frontera buscando atención médica, lo cual supone una presión inmensa sobre nuestro sistema de salud y, en consecuencia, sobre los recursos del Estado. Sin embargo, no se trata solo de un problema de recursos, sino de una cuestión de soberanía y control migratorio que amenaza con desdibujar la identidad cultural y social de nuestra nación. La República Dominicana tiene el derecho y el deber de asegurar que su política migratoria sea justa,

pero también firme. En este contexto, la labor de Lee Ballester es crucial: garantizar la deportación de aquellos que no cumplen con las leyes migratorias, siempre con el respeto debido a la dignidad humana y cumpliendo con los estándares internacionales. En cuanto a las críticas de los organismos internacionales como la ONU y algunas ONG’s,
es importante que comprendan el derecho legítimo que tiene la República Dominicana de cumplir con lo estipulado en su Constitución y Ley de Migración. Las repatriaciones de personas con estatus migratorio irregular no son violaciones de derechos humanos, siempre y cuando se realicen de manera ordenada y con el respeto que exige nuestra ley y los tratados internacionales.
La soberanía no es negociable, y la República Dominicana tiene pleno derecho a hacer cumplir sus normas internas, tal y como lo haría cualquier otro país que se respete. En conclusión, como dominicanos, debemos estar orgullosos de la dirección que está tomando nuestro país en cuanto a la defensa de nuestra soberanía y la preservación de nuestra identidad.
Al mismo tiempo, es crucial que no perdamos de vista los desafíos globales y busquemos siempre el camino del diálogo y la paz, tanto dentro de nuestras fronteras como en el ámbito internacional.